Luego de cada batalla
existen las secuelas. Victimas y sobrevivientes mirando la desolación causada por los estragos. Una vela se enciende
por cada perdida y un réquiem se canta en honor de aquellos que no lo lograron.
Cada persona tiene sus propias batallas con victorias y derrotas, nuestra vida
se delimita a una constante lucha para sobrevivir un día más.
Mi pelea fue una que
nunca pensé poder sobre llevar. Meses de constante lucha contra mí mismo y los
fantasmas de mi pasado. Heridas que permanecieron abiertas durante lo que se sintió
como una eternidad. Caminando mirando hacia el cielo para no ver la sangre que
brotaba de mis lesiones. Entre más alejaba mi mirada menos pensaba en mis
aflicciones.
Comencé a soñar sobre
un futuro mejor, una vida sin dolor donde pueda volar sin limitaciones. Que las
cadenas de mi pasado no fuesen un contrapeso que me detuviera. Imaginaba sobre
un momento en mi vida donde pudiese sonreír y sentir que la felicidad brotaba
desde lo más interno de mi corazón. Quizá algún día todo cambie y logre llevar
una orgullosa vida de veterano de mi propia guerra.
Cuando menos me lo
esperé bajé mi mirada para ver a mi abatido cuerpo para darme cuenta que las
heridas ya habían cerrado. Aquello que me debilitaba se había convertido en
marcas en mi piel. El agujero donde me habían arrancado el corazón estaba lleno
de nuevo. Una cicatriz era la prueba de que lo peor ya había pasado. Ahora no
miro hacia arriba esperando por lo mejor, sino coloco mi mirada hacia adelante
para vivir mi presente de la manera en que me lo soñé.
R.A.Pastor
Exitos... dices la vdd ;)
ResponderEliminarMuy buena realidad....