31 de octubre de 2015

Capítulo 2: El verdadero terror

Sus ojos no podían ver nada, su piel tocaba partes de metal frío y materiales que no reconocía. Su corazón palpitaba hasta más no poder mientras que su cabeza le dolía por el golpe que le habían dado. Paola trataba de gritar lo más posible pero sentía que nadie la escuchaba. Trataba de moverse pero el espacio en el baúl era muy limitado. Sentía donde pateaba el metal pero este no daba tregua. Sus cuerdas vocales comenzaban a rendirse ante la deseperación y el cansancio y cada sonido comenzaba a perder la potencia.

En un momento ella se quedó callada y como una cascada todos los pensamientos entraron a su mente, el proceso de negación había iniciado. No podía creer que esto le hubiera pasado a ella, era imposible entre cinco millones de habitantes era imposible que ella fuese la escogida. Esto era un mal sueño, se golpeó la cabeza y su mente esta alucinando con algo así.

El terror empezaba a nublar sus ideas, sabía que probablemente no escaparía de esto viva. Dudaba si alguien se hubiera dado cuenta, o si ya la están buscando. Ha perdido la noción del tiempo y del espacio, un espacio confinado y oscuro puede hacerte sentir que son minutos o días enteros. En su mente ya hacía al automóvil negro cruzando las fronteras del país y escapándose de la jurisdicción de la ley. 

Respiraba tan rápido que sus dedos se empezaron a entumecer y sentía como su pecho dolía. Trató de acomodarse de una manera más cómoda y sintió algo en su brazo. Se acordó de su teléfono celular, era como si un peso se quitara de su pecho. Torpemente se dispuso a llamar a su familia para avisarles de lo que había ocurrido, Cada tono de llamada causaba más ansiedad en su cuerpo porque sabía que estaba más cerca a la libertad. 

Nadie contestó el teléfono, frustrada trató de llamar una vez más y lo primero que vio fue el mensaje que la batería ya estaba por agotarse. Probablemente solo tendrá tiempo para una llamada y tendrá que dar toda la información lo más rápido posible. La ansiedad comenzó a transformarse en ira, y la desesperación se convirtió en odio. No odiaba a su familia por no haberle contestado, ni a ese miserable hombre por haberla raptado. Ella se odiaba a sí misma por no ser lo suficientemente fuerte como para escapar, y la enojaba la impotencia y ese sentimiento de muerte inminente que flotaba en su cabeza.

Decide llamar a su mejor amiga, la única persona que conoce que usa el teléfono más que ella misma, habrán más posibilidades de poder decirle lo que ocurrió. Después de marcar siente como cada tono fuera una llave para poder salir, al escuchar la voz de su mejor amiga no lo logra creer. Rápidamente le cuenta lo que había ocurrido y le ruega a su amiga llamar a la policía. Comienza a describir a su raptor y como si fuera obra obra del destino cuando termina la frase el teléfono se desconecta y la llamada se pierde. Es irónico como el mismo destino que la puso en esta situación logró que ella pudiera hablar con su amiga. 

Sentía que habían pasado horas desde el momento del rapto, en su mente creía que ya iba a amanecer pero a la misma vez lo dudaba porque su cuerpo no daba señales de tener hambre. Ella solo pensaba que si no hubiera tomado la misma ruta quizá esto no le hubiese pasado. Dudaba de por qué salió a correr esa noche, se pudo haber quedado cómodamente en la casa viendo su teléfono o comido más de la cuenta. Si tan sólo no hubiese salido esto no le hubiera pasado a ella. Quizá de haber caminado más rápido no estaría en el baúl del auto de un desconocido.

Ella va por todo el espectro del pensamiento, viajando desde lo realista hasta lo imposible. Su cuerpo ya se siente débil y rígido, pero dentro de su mente hay una cuenta inminente para implosión. De repente el automóvil se detiene y la falta de movimiento despierta su cuerpo, quizá este es el momento para poder escapar. Escucha los pasos acercándose y se prepara para salir y correr. Escucha donde la llave mueve la cerradura, el momento que ella tanto estaba esperando se acerca.

La puerta del baúl se abre y ella trata de moverse, es recibida por la misma pistola apuntándole a los ojos y una risa malévola. La oportunidad está perdida, siente como la vida se le escapa por el aliento. Escucha la voz retorcida que le ordena salir de ahí, ella sabe lo que va a suceder y el simple pensamiento causa la angustia a subir a sus ojos. Las lágrimas brotan por su cara pero ella se mantiene callada, Mientras camina siente que nada de lo que haga puede valer la pena y que su vida perdió todo valor. 

Seguía siendo de noche y la luna se ocultaba detrás de unas nubes, y la brisa penetraba la piel como inyecciones causando escalofríos. La jungla de cemento se encontraba muy distante, se encontraban en un camino con dirección a la montaña. Solo naturaleza y la noche se encontraban presentes, no habían almas humanas a la redonda. Él le ordenó caminar hacia la orilla de la calle y adentrarse en un lote abandonado, de vez en vez sentía la pistola empujándola en la espalda como si deseara llenarla de plomo. 

Sintió que algo la hizo tropezar y cayó sobre el zacate húmedo. Él le dio vuelta y empezó a arrancarle la ropa, quería desnudarla y probar el miedo brotando de su piel. Ella supo lo que seguía y tan solo se concentró en el olor de la tierra mojada y las formas que tenían las nubes por delante de la luna. Mientras el ultrajaba su cuerpo ella tenía una guerra en su cabeza para no dejar que destruyera su mente. 

Él le gritaba y golpeaba su cara, quería que ella diera pelea y tratara de defenderse. Deseaba ese sentimiento de poder y dominancia pero ella no cedía a sus deseos. Ella había aceptado lo que iba a suceder y había hecho las pases con la muerte. A pesar de que podían ser sus últimos momentos no quiso darle ese último placer a su captor. Él no la estaba violando por tener sexo, sino por el sentimiento de supremacía que este le hacía sentir, pero con ella era diferente. 

Lo último que ella se acuerda es de escucharlo maldiciéndola como si eso fuera un gatillo para que ella reaccionara. Ella se había desconectado de este mundo y su cuerpo no era más que un saco de carne completamente desconectado de su mente. Ella lo miró a los ojos y le sonrió, como prueba de que el no iba a ganar esta pelea. Él, cegado por la furia e insultado, decide golpearle esa sonrisa fuera de su cara. Después de una docena de golpes, ella cae inconsciente y a total merced de su captor.

R.A.Pastor

28 de octubre de 2015

Capítulo 1: Un día como cualquier otro

Ordinario tal vez sea la palabra que esté buscando para poder describir este día, los pájaros seguían cantando y el sol se mantenía saliendo del mismo lado como todas las mañanas. Quién iba a decir que este iba a ser el día en que una vida iba a ser cambiada completamente para una persona. Los ancianos dicen que todo sucede por una razón y que todo se encuentra entre las maneras misteriosas del destino, pero si así es como el destino ha decidido la suerte de una mujer que no quizá para muchos no estaba lista para tal evento.

Ella se llamaba Paola, nació y creció en la ciudad capital, aprendió como sobrevivir en una jungla de cemento durante sus casi tres décadas de vida. Cortó el cordón umbilical y decidió ser una mujer independiente y luchar cada día por su sustento. Trabajaba como una secretaria en una empresa privada con un horario regular y nada extraordinario.

Ella no se consideraba nada impactante, como cualquier otra mujer cada vez que se miraba en el espejo detallaba sus imperfecciones y en vez de ver comida ella tan solo pensaba en la cantidad de calorías que contenía. Cada tarde después de volver del trabajo le gustaba salir a correr, no solo para poder liberar el estrés del diario vivir sino para mantener una vida más saludable.

Cuando el sol se ponía y la noche comenzaba a aparecer era el momento donde ella se colocaba su ropa deportiva y sus zapatos de correr y lo único que pasaba por su cabeza era el ritmo de su respiración. Con cada paso sentía como el estrés de su diario vivir escapaba y se filtraba con el concreto. Era esta rutina que la mantenía cuerda y le daba la suficiente fuerza para tolerar el dolor tácito de una vida normal.

Hoy era un día como cualquier otro, donde el clima se prestaba para salir a correr y relajarse. La lluvia era suave, suficiente para sentirse en la piel pero no tanto como para dejar la ropa empapada. Decidió seguir con la misma ruta y simplemente dejarse llevar por el movimiento. Cada kilómetro sentía como sus músculos se relajaban y se volvía más rápida.

Era el último kilómetro antes de llegar a su casa y la música de su celular repetía las mismas canciones, esta era la señal para volver a su casa y ducharse. Estaba tan concentrada en su ejercicio que ignoró completamente el auto que la estuvo siguiendo por unos cuantos minutos. Un automóvil con vidrios polarizados y pintado como el negro de la noche, se acercó lentamente con sus luces apagadas hasta que su conductor decidió que era el momento perfecto para actuar. 

El hombre aceleró para cortarle el camino y en fracciones de segundo bajó del automóvil para colocarse frente a ella. Aún sorprendida por este suceso se paralizó, escuchando a su mente gritando para correr en la dirección contraria pero aquellos músculos relajados se tensaron. El hombre sacó de su bolsillo una pistola y apuntó directamente en frente de los ojos de Paola. Sus ojos café se abrieron aún más al no poder creer lo que sucedía.

De una manera tranquila él le ordenó que caminara hacia la dirección del carro, y con un movimiento de las llaves abrió el compartimiento trasero del auto. Ella aterrada no pudo mover un solo pie y el hombre le golpeó con la empuñadura de la pistola en la cabeza y la atrapó en su carro. Ella gritaba a todo pulmón más cuando el automóvil comenzó a moverse, esos gritos de desesperación fueron acallados por el motor. Ese carro negro se desapareció de la vista y minutos después de lo sucedido parecía como si nada hubiera ocurrido. El ambiente replicaba como el de otra noche, y los vecinos desconocían que una muchacha normal había sido raptada.

R.A.Pastor