28 de octubre de 2015

Capítulo 1: Un día como cualquier otro

Ordinario tal vez sea la palabra que esté buscando para poder describir este día, los pájaros seguían cantando y el sol se mantenía saliendo del mismo lado como todas las mañanas. Quién iba a decir que este iba a ser el día en que una vida iba a ser cambiada completamente para una persona. Los ancianos dicen que todo sucede por una razón y que todo se encuentra entre las maneras misteriosas del destino, pero si así es como el destino ha decidido la suerte de una mujer que no quizá para muchos no estaba lista para tal evento.

Ella se llamaba Paola, nació y creció en la ciudad capital, aprendió como sobrevivir en una jungla de cemento durante sus casi tres décadas de vida. Cortó el cordón umbilical y decidió ser una mujer independiente y luchar cada día por su sustento. Trabajaba como una secretaria en una empresa privada con un horario regular y nada extraordinario.

Ella no se consideraba nada impactante, como cualquier otra mujer cada vez que se miraba en el espejo detallaba sus imperfecciones y en vez de ver comida ella tan solo pensaba en la cantidad de calorías que contenía. Cada tarde después de volver del trabajo le gustaba salir a correr, no solo para poder liberar el estrés del diario vivir sino para mantener una vida más saludable.

Cuando el sol se ponía y la noche comenzaba a aparecer era el momento donde ella se colocaba su ropa deportiva y sus zapatos de correr y lo único que pasaba por su cabeza era el ritmo de su respiración. Con cada paso sentía como el estrés de su diario vivir escapaba y se filtraba con el concreto. Era esta rutina que la mantenía cuerda y le daba la suficiente fuerza para tolerar el dolor tácito de una vida normal.

Hoy era un día como cualquier otro, donde el clima se prestaba para salir a correr y relajarse. La lluvia era suave, suficiente para sentirse en la piel pero no tanto como para dejar la ropa empapada. Decidió seguir con la misma ruta y simplemente dejarse llevar por el movimiento. Cada kilómetro sentía como sus músculos se relajaban y se volvía más rápida.

Era el último kilómetro antes de llegar a su casa y la música de su celular repetía las mismas canciones, esta era la señal para volver a su casa y ducharse. Estaba tan concentrada en su ejercicio que ignoró completamente el auto que la estuvo siguiendo por unos cuantos minutos. Un automóvil con vidrios polarizados y pintado como el negro de la noche, se acercó lentamente con sus luces apagadas hasta que su conductor decidió que era el momento perfecto para actuar. 

El hombre aceleró para cortarle el camino y en fracciones de segundo bajó del automóvil para colocarse frente a ella. Aún sorprendida por este suceso se paralizó, escuchando a su mente gritando para correr en la dirección contraria pero aquellos músculos relajados se tensaron. El hombre sacó de su bolsillo una pistola y apuntó directamente en frente de los ojos de Paola. Sus ojos café se abrieron aún más al no poder creer lo que sucedía.

De una manera tranquila él le ordenó que caminara hacia la dirección del carro, y con un movimiento de las llaves abrió el compartimiento trasero del auto. Ella aterrada no pudo mover un solo pie y el hombre le golpeó con la empuñadura de la pistola en la cabeza y la atrapó en su carro. Ella gritaba a todo pulmón más cuando el automóvil comenzó a moverse, esos gritos de desesperación fueron acallados por el motor. Ese carro negro se desapareció de la vista y minutos después de lo sucedido parecía como si nada hubiera ocurrido. El ambiente replicaba como el de otra noche, y los vecinos desconocían que una muchacha normal había sido raptada.

R.A.Pastor


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