4 de enero de 2016

Capítulo 3: Adicción

Era el primer Lunes después de Año Nuevo y las personas ya estaban regresando al trabajo luego de dos semanas de vacaciones obligatorias y reuniones familiares forzadas. Más importante aún, ha pasado más de dos meses después del incidente de Noche de Brujas y su cuerpo lo sabía. Sus dedos tiemblan y sudan mientras piensan en la textura de la sangre corriendo por sus manos. Su respiración se exalta y su mente se pierde entre sus recuerdos de aventuras retorcidas.

Escucha un chasquido dentro de su cabeza y siente su sangre calentarse un par de grados. Ésa era la señal que el necesitaba y el presagio divino para empezar la cacería. Con sus presas anteriores, tomaba su tiempo y estudiaba sus patrones, sabía en que momento salían y entraban de sus hogares, cuales rutas frecuentaban y observaba durante días hasta tener el plan perfecto para salirse con el crimen. Sentía que un día como hoy iba a ser diferente y que todo ese proceso consumía mucho tiempo potencial de diversión. Hoy era su noche de suerte y sabía que iba a ser la primera de muchas.

Agarró las llaves de su automóvil y decidió tomar rumbo a tierras ya conocidas, en caso de que algo no sucediera como lo planeaba ya conocía las calles donde podía perderse y pasar desapercibido. Sin pensarlo y como si su cuerpo lo estuviera dirigiendo terminó en la misma calle donde raptó a su última presa. Tan solo pasar por la misma calle evocaba las memorias de esos gritos que tanto le causaban placer, cómo si fuera una inyección de adrenalina su parte racional se desconectó y su instinto animal surgió.

A unas cuadras encontró a su siguiente víctima, una mujer de metro sesenta de altura, pelo castaño, de una contextura gruesa y su figura no era tan firme como le gustaría pero en momentos como estos no se puede dar el lujo de pasar una presa completamente ignorante de sus alrededores. Repitiendo el mismo procedimiento, se detiene junto a ella y le apunta con su pistola invitándola cordialmente a un paseo en el cajón de su auto. 

La parte más difícil había terminado, nadie se había dado cuenta de lo que había sucedido. Otro rapto perfecto y simplemente era cuestión de cosechar un día fructífero. Colocó un disco en su reproductor para disimular el ruido que producía su víctima, a pesar de que esos gritos de desesperación y angustia le producían una erección no podía darse el lujo de que cualquier persona notara los extraños sonidos. Alrededor de veinte minutos se iba encontrar en su camino abandonado en la montaña, donde nadie nunca se molesta a revisar los pastizales, lo que él consideraba el lugar perfecto para un crimen.

Veinte minutos parecía una tortura, deseaba llegar más rápido para poder saciar su adicción. Sentía como cada una de sus células quería llegar a su destino lo más antes posible. Entre la mezcla de la música pesada y adrenalina en su cuerpo con un falso sentimiento de suerte deciden hacer un cambio a los planes originales. Con tal de llegar al destino más rápido decide ir por la autopista, con eso acortaría el viaje a la mitad y podría disfrutar de su víctima lo más rápido posible. 

Baja las ventanas y decide pisar el acelerador, disfrutar del viento en su rostro mientras se apresura a su destino. Su mente ya se imagina el sabor de esas lágrimas de desesperación y su boca empieza a inundarse de saliva. En su idealización del futuro, no le pone atención a la velocidad que lleva ni mucho menos a la patrulla que acaba de pasar. En su mente solo pensaba en ese bocadillo de medianoche para poder volver a su cama con su monstruo interno en paz.

De repente unas luces fuertes lo sacan del trance, piensa que iba en en carril equivocado y que casi chocaba con un carro de frente pero se equivocó. Las luces no venían del frente del automóvil sino del espejo retrovisor. combinaciones de rojo y azul que solo podían significar una cosa. En su mente retorcida esto solo significó un aumento en la intensidad de la situación, más felicidad  y pasión para terminar una noche. Si lograba dejar a la policía detrás sería el símbolo máximo de conquista e invencibilidad, nadie más podría tocarlo si esto sucedía. 

Pisó el acelerador y pretendió como si no hubiera notado las luces, a respuesta de esto la patrulla decidió hacer lo mismo y comenzar la persecución. Los segundos se sentían como largos minutos y a pesar de la velocidad se sentía donde el tiempo se congelaba. Fueron tan solo fracciones de segundos donde todo sucedió.

La patrulla logró ponerse al nivel del auto, y como si fuese en cámara lenta pudo ver donde el oficial realizó una maniobra para desestabilizar el automóvil y forzar a pisar el acelerador o volcarse contra el costado de la autopista. Su corazón se detuvo por un momento, y aquella boca que estaba babeando por una fantasía quedó completamente seca y buscando por aire. Aquella noche que el decía que era su momento de suerte terminó siendo el momento de su perdición. 

Mientras trataba de estabilizar su auto que perdió toda velocidad súbitamente su consciencia volvía poco a poco y lo primero que golpeó su cabeza es el pensamiento de derrota. Sabía que si hubiera hecho las cosas como se debían ahora no estaría siendo acorralado por la policía. Su sed de sangre y violencia lo llevó a cometer errores, pequeños detalles que lo convertían en un asesino silencioso ahora eran los clavos en su ataúd. 

La policía se acercaba lentamente apuntando las pistolas directamente a su frente, cordialmente le pedían que apagara la música y se bajara del vehículo. Ya todo estaba perdido, si trataba de escapar terminaría con plomo por dientes y si se rendía era como colocarse la soga al cuello. Silenció la música y le sonrió al oficial, quizá un poco de carisma lograra que saliera con una multa costosa pero no tendría que perder a su víctima ni su auto. El oficial le dijo que saliera del auto pero fue interrumpido por un sonido que provenía de la parte de atrás del auto. Quizá no era su día de suerte después de todo, probablemente escuchar a la voz de su adicción no fue tan buena decisión después de todo.

R.A.Pastor

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