17 de febrero de 2011

Carcel Mental

Cuatro paredes. Un techo y un piso. Sin ventanas ni entradas de luz. Ni siquiera existe una puerta por donde pueda escapar. Estoy atrapado dentro de un cubo, encadenado bajo condiciones infrahumanas. Si no fuera por la gravedad no sabría distinguir el arriba del abajo. Aunque muchas veces pierdo todo sentido de orientación mientras el cuarto gira alrededor mío. Las paredes blancas parecen orbitar mi cuerpo inerte. Suspendido en el aire en un estado semi-consciente. Tan solo trato de desconectar mi mente de mi cuerpo pero me es imposible. Me encuentro atado por completo. No hay escapatoria de este lugar. Los segundos parecen horas y los días parecen minutos. El tiempo se convierte en algo irrelevante, sin sentido alguno.

Sangre brotando de cada una de mis heridas, creadas por el movimiento de los grilletes. Mi piel esta en carne viva, sin protección alguna. Cálido y lleno de amor. Mi sangre baila por todo mi cuerpo descubierto. Con miedo de despegarse del lugar que llamaba hogar. Hasta el momento que se lanza hasta el infinito en forma de una gota carmesí. No las puedo ver despegar. Peleo con mi propio ser. Mi cuerpo desea algo distinto a lo que dicta mi cerebro. Sentimientos contra razonamiento. Batalla eterna que se libra dentro de cada uno de nosotros. Mi cuerpo quiere llorar. Liberar toda esa carga emocional que lo oprime.

Cada respiro contiene un indicio de tristeza. Siento como la infelicidad sube a mis ojos. Pero mi mente no lo permite. Guardianes de puentes. Lo más profundo de mi ser jamás perdonaría el hecho de llorar en público. Una lágrima es inaceptable. No importa si me encuentro en un mar de personas o prisionero en una cárcel mental. Llorar no es permitido. Nadie puede ver un momento de fragilidad. Puedo volar como un pájaro y disfrutar del azul del cielo. Puedo perderme con el sonido del océano tacleando las piedras. Puedo saborear el rocío sobre las flores de mejor color.

Puedo hacer todo lo que se me ocurra. Menos librarme de mi mismo. Siempre seré prisionero. Un alma encasillada. Soy el carcelero y el preso a la misma vez. Impidiéndome funcionar tan básicamente. Prohibiendo sentimientos y evitando el llanto... Y me niego a derramar lágrimas por situaciones como esta, porque me da miedo que se agoten cuando las necesite en momentos que si valgan la pena.

R.A.Pastor

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