17 de marzo de 2012

Vientos de Cambio

Es un poco irónico como siempre los mejores tiempos para escribir siempre resultan ser en la noche, ya cuando mucha gente deja su vida por aparte y se disponen a descansar. Cuando las estrellas se dignan a salir y la luna embellece el panorama dependiendo del momento del mes. El momento donde todas las mentes se desconectan de este mundo terrenal es cuando mi cerebro retorcido trabaja de mejor manera.

No hace muchas noches atrás un bombardeo de pensamientos en tanques blindados y sentimientos con armas de destrucción masiva invadieron mis tranquilas noches de consciencia e irrumpieron como los alemanes por todo el continente. Una fracción de segundo donde la paz era un término del pasado, algo que se leía en libros pero no se vivía el presente. Fue ese día donde los círculos se cerraron y la catarsis invadió mi alma.

Tan sólo era un día común y silvestre de esos que se encuentran al principio de cada cuento de fantasía. Una tarde donde todo el peso del mundo recaía en mis hombros y el estrés era ya el pan de cada mañana. Mi situación existencial era una completa mierda y la felicidad era casi inexistente, tan solo lo suficiente para seguir vivo. Mis concentraciones de odio dentro de mi organismo eran demasiados altos para un ser humano. No perdía mi cabeza porque la verdad la tenía pegada al resto de mi cuerpo.

Empezando por un núcleo familiar donde el jefe de la casa era el caos. Una madre que convertía cada pequeño problema en un tornado arrasando con todo aquello que antes era firme y tenía su lugar cementado correctamente. Un padre que por buscar proveer a la familia no se encontraba lo suficiente para poder defender y a su vez calmar aquel ciclón. Yo mientras tanto tan solo disfrutaba del ojo del huracán mientras este durara aunque fueran tan solo minutos.

Fuera de esta vida tormentosa me encontraba en una burbuja que antes me protegía y era mi ruta de escape donde no tenía que ver hacía donde iba corriendo, lo que importaba es que tan solo huía de este lugar infernal. Pero de repente me dí cuenta que corría sin sentido aparente y convertí esa burbuja en una sucursal de mis problemas. No solo los transfería de lugar sino que yo creaba nuevas posibilidades para el conflicto hasta el momento en que fue suficiente correr de un problema hacia otro.

Ese día de la invasión mí cuerpo se mostraba cansado de todo, sobrepasé mi propio límite del dolor. Estaba harto de tanto dolor y esa misma noche donde la luna se encontraba escondida en el cielo decidí hacer algo al respecto. Una vez un físico una vez dijo que la definición de locura es hacer lo mismo y esperar resultados diferentes. La verdad es que lo que yo estaba haciendo era eso. Esperar algo diferente, ansiando que del cielo cayera la solución para todos mis problemas. Que tan equivocado podía estar.

La batalla tuvo sus grandes números de muertos dentro de mi cabeza. Todos aquellos sentimientos de derrota y pesimistas fueron los primeros en caer. A pesar de tener sus armaduras blindadas y sus murallas que los defendían, las inseguridades cayeron de últimos dando así la victoria a los revolucionistas del cambio. 

Hice un cambio por mi vida, dejé de hacer lo mismo una y otra vez. Realicé una táctica de guerra completamente diferente. Si tan solo pudieran ver el cambio entre un antes y un después se sorprenderían. Tal vez la situación no sea completamente placentera debido a que ciertos cambios no siempre son dulces al paladar pero después de un rato uno termina aceptándolos e integrarlos a nuestro diario vivir. Ahora me siento más relajado y tranquilo, tal vez no completamente feliz pero sé que en algún momento llegaré a ese estado etéreo y divino.

R.A.Pastor

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