20 de agosto de 2012

Jessica

Ella podía sentir los latidos de su corazón en su pecho, el momento que ella tanto había esperado ha llegado. Durante días su mente estuvo maquinando la manera de funcionar de esta oportunidad única en su vida. No era una fecha alegre en su calendario, mucho menos una razón para esperar. Esta era la noche en la que ella iba a renunciar a su vida y formar parte del mundo espiritual.

Se encontraba sentada en el piso de su cuarto iluminado tan solo por sus dos lámparas de luz roja que ella había comprado en el mercado. Decía que su colorido calmaba su mente y la mantenía en un trance que le permitía sobrevivir un día más. Su pelo rubio se encontraba manchado de su delineador que corría por sus mejillas. Lloraba por horas para luego calmarse por momentos mientras recuperaba ese aliento que perdió, para luego seguir llorando hasta poder dormir.

Su ritual diario era sombrío y un poco irreal. Durante el día pretender como que nada pasaba en su vida, fingir sonrisas a las personas que les llamaban sus mejores amigas. Personas de confianza que realmente no sabían el caos que residía dentro de su ser. Sumergida en una relación amorosa con un hombre que no conoce lo que le sucedió tan solo seis meses antes. Una risa que encubre el dolor que la ha llevado al punto de sumisión. 

Durante las noches es tan solo una historia diferente. Llorando hasta lograr conciliar el sueño y sufriendo en silencio para no molestar a sus padres que se encuentran descansando después de una larga jornada de trabajo. Aquellos fármacos que antes la calmaban ahora no surten efecto, se ha desensibilizado hacia toda ayuda externa. Su dolor mental se ha convertido en tortura física que atormentaba cada una de sus terminaciones nerviosas.

Los rastros físicos de su trauma ya habían desaparecido pero los vestigios psicológicos perduran para siempre. Aquellos moretones en todo su cuerpo que ocultó durante semanas desaparecieron para convertirse en cicatrices emocionales. Ultrajada por el mismo amor que le juró respetarla para siempre. Ella fue violada por su ex novio mientras se encontraban juntos. 

Una tarde de besos y caricias rápidamente escaló a pasión desenfrenada a la cual ella se opuso fuertemente. Las palabras de ella fueron voces sordas a sus oídos impuros. Fue como si la lujuria hubiera invadido su cuerpo y simplemente arrebató la inocencia que se encontraba dentro de ella. Una flor que brotó a la fuerza, y floreció casi hasta marchitarse. 

Quién iba a creer que aquella pareja tan feliz guardaba un secreto tan siniestro? Peor aún quién podía concebir la idea de esa violación? Sumergida dentro de su propio silencio sabiendo que nadie la apoyaría cuando contara esa historia. Siempre existen excusas y respuestas para cualquier intento de defensa. Ella se encontraba sola sin escapatoria alguna.

Mes tras mes y luna tras luna cada sentimiento se fue amplificando. Su tristeza escaló rápidamente a odio y sed de venganza, pero se fue enfriando poco a poco mientras ella se daba cuenta de su impotencia. Su ira se transformo en soledad hasta que los pensamientos suicidas inundaron su mente. Ya ella no quería vivir una historia de víctimas pero no sabía cómo seguir adelante. Ella se quedó estancada en su pasado.

El día había llegado y su decisión estaba tomada desde hace mucho tiempo. Eligió esa fecha como el último tributo de su vida, ese domingo era el cumpleaños de su ex novio. Mientras todos se preparaban para tomar fuerzas para el día laboral que se acercaba, ella tan solo entre un mar de lágrimas agarraba impulso para ingerir una excesiva cantidad de pastillas que la iban a poner a dormir para siempre.

La mañana siguiente su madre le tocó la puerta pensando que ella se había quedado dormida e iba a llegar tarde a sus compromisos. Sus hermanos ya se habían ido a la escuela y su padre se colocaba la corbata para salir al trabajo. Al ver que ella no respondía y su puerta estaba cerrada buscó la llave para despertarla. La encontró en el piso tirada como una muñeca de trapo que no respondía cuando se le trataba de mover. Rápidamente y entre gritos, ella y su esposo llamaron a Emergencias pero fue una acción en vano. Ya era demasiado tarde, Jessica ya había muerto.

R.A.Pastor

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