14 de julio de 2013

Princesa de Papá

Era más cerca del amanecer que de la medianoche y la brisa de la madrugada se calaba entre su piel levemente bronceada. Todo se encontraba en calma y silencio, cada uno de sus familiares se encontraba en su sueño profundo mientras ella trataba de escabullirse a su cuarto sin ser detectada. Jamás el pasaje desde su automóvil a la santidad de su cama se había sentido tan distante.

El cambio de ambiente fue súbito, de una fiesta con sus amigas a la tranquilidad de su hogar. El alcohol en su sangre ya estaba dispersándose por lo cual el caminar sigilosamente era una prueba más que posible. Aún podía escuchar la repercusión del bajo en sus oídos a pesar de que la música ya no estaba ahí. Mientras cruzaba el umbral de su puerta buscaba el interruptor de la luz, a sus ojos castaños les tomó un momento extra para poder acostumbrarse a la transición entre oscuridad y el colorido verde de su cuarto.

Tomó asiento en su tocador y frente al espejo decidió remover aquel maquillaje que adornaba su rostro. Mientras buscaba las toallas húmedas una sonrisa se dibujaba en sus labios aun pintados de rojos, un mensaje había entrado a su teléfono recordándole de como se divirtió esta noche. Dejó su celular entre los dos retratos de las fotos de su viaje a Europa. 

Quita el delineador de sus ojos y limpia el rojo de sus labios. Su rostro queda al natural y aún más bello de como se encontraba antes. Su reloj de oro y sus otros accesorios se quedan en la mesa de su tocador. Cambia su vestido de diseñador por una pijama. Se acuesta en su cama y tan solo puede pensar en una cosa. Específicamente en un alguien.

Ella representa la historia típica de la princesa de papá. Desde niña ha sido complacida con todo aquello que ha pedido. El cielo nunca ha sido el límite para sus deseos, y sus caprichos tienen a cumplirse sin importar el monto que requieran. Pero hay algo que el dinero no puede comprar, sin importar los lujos o riquezas, el amor nunca viene con una etiqueta de precio.

Mira al techo con una sonrisa de idiota mientras piensa en ese hombre que le niega su capricho. Tan solo desea que esta noche no tuviera que dormir sola, lo que más quiere es poder conciliar el sueño atrapada en los brazos de ese hombre que le quita el aliento. Un beso de buenas noches y el sentimiento de un zoológico en su estómago. Un último suspiro antes de ir a dormir aceptando que tal vez no siempre se puede obtener lo que uno tanto desea.

R.A.Pastor

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