7 de octubre de 2013

Ojo de la Tormenta

Es bastante raro poder ver el cielo despejado en la tarde. Caminar por la arena en la playa y sentir el sol que estuvo ausente durante meses. El silencio casi total que invade nuestros oídos, tan profundo que uno siente que ha perdido el sentido del escucha. Hoy el mar no produce olas, se mantiene estático y quieto como si estuviese exhausto de tanta actividad.

El panorama se asemeja a una fotografía, nada se mueve en esta playa dentro de mi cabeza. Miro alrededor y en la arena yacen escombros de barcos destruidos y palmeras rotas a la mitad. Sentía como si estuviese atrapado en las secuelas de un sitio de destrucción. Ningún sobreviviente a la vista, me encuentro solo a unos cuantos metros de los escombros mirando a lo que antes fue.

Pocas horas antes los vientos azotaban violentamente y las olas crecían para golpear a la tierra con un sentimiento de venganza. El cielo negro de ira lanzaba rayos a la tierra golpeando todo a su paso, se podía escuchar la estática cuando causaba el impacto. Las gotas de lluvia eran grandes como piedras golpeando cada superficie. La destrucción y el caos eran cuestión de cada día.

De un momento a otro, la lluvia se detuvo y los cielos de despejaron. Como por arte de magia todo desapareció. Las secuelas son palpables pero nada que no se pueda reconstruir. El sabor de la paz y tranquilidad había escapado mi memoria hace mucho tiempo, un sabor que ya hacía falta. Esta serenidad tal vez no signifique que el caos haya pasado, quizá me encuentre en el ojo de la tormenta disfrutando de una burbuja de calma. 

La vida es bastante irónica no creen, con la manera menos ortodoxa de darnos lecciones sobre ella misma. Una filosofía de pérdida para apreciar lo que ya no está. Se necesita la tristeza para poder valorar aquellos momentos de felicidad. Sonido para estimar el bello sonido del silencio. Se requiere ausencia para realmente respetar la presencia. 

R.A.Pastor

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