El ambiente festivo inunda la ciudad con cánticos de celebración. Entre trago y trago la gente se abraza y se desea un mejor por venir, demostrando que cada final de calendario existe amor al prójimo y buenas intenciones. Conforme el reloj empieza a mover sus manecillas cerca del cielo, inicia el conteo y las voces del pueblo se unen en una melodía al unísono. Los números comienzan a agotarse y todo el mundo empieza a bajar sus tragos para dejar sus manos libres y disfrutar del momento.
Después del uno aquellas personas comienzan a abrazarse como si fuese un mar de cariño y felicidad. Las estrellas en el cielo se ven opacadas por aquellos fuegos artificiales que estallan por todo el firmamento. Irradiantes luces multicolores que llenan nuestras pupilas de alegría, sonidos de explosión que retumban en nuestros oídos recordando que nos encontramos vivos. El cielo parece una batalla naval entre piratas en alta mar mezclada con matices de colores que se pueden sentir debajo de nuestra piel.
El cielo se encuentra en llamas, llenándose de experiencias pasadas ardiendo para darle paso a los vientos de la esperanza. Un nuevo año se avecina y con este una infinidad de posibilidades y oportunidades en una cascada exponencial. Vivir el momento sin arrepentimientos, aprovechar el día conforme sucede y existir en un presente sin dejar nada para un futuro porque fácilmente se puede convertir en nuestro pasado. Carpe Diem.
R.A.Pastor
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