16 de agosto de 2011

Besos con sabor a Ron

El reloj en su muñeca no marcaba las cinco de la tarde y tan solo podía significar que era la hora del café. Estaba en el lugar equivocado a la hora incorrecta, llamó al mesero para pedirle un café irlandés pero decidió omitir la parte del café. Era un domingo por la tarde y el bar se encontraba un poco despejado. No era un fin de semana de paga y la mayoría de borrachos se encontraban con sus familias.

En cambio el no tenía mejor lugar en dónde estar, mientras le entregaban su cerveza pensaba que prefería estar en cualquier rincón del mundo menos el infierno que llama su hogar. Volver dentro de las paredes que albergan tantos recuerdos sobre su amada. Recordando domingos pasados los cuales gastaban su tiempo debajo las cobijas y encima del otro.

Que rápido cambian las cosas, como en un simple suspiro tu mundo se vuelve boca abajo. Aquel amor que te acompañó durante cinco años y medio ahora se encuentra en la mitad del Caribe con su nuevo amante, un empresario que conoció un día esperando un autobús. Ella ahora está bajo las cobijas y encima de otro mientras él trata de ahogar sus penas en una cerveza barata en el primer bar que encontró.

En tacones y un vestido negro ceñido al cuerpo entra al bar sentándose junto al hombre de la barra. No hubo intercambio de palabras hasta después de unos momentos. Ella pidió una ronda para los dos, otra cerveza y un ron en las rocas. La plática fue corta pero directa, no existían nombres tan sólo denominaciones frías de él y ella. Los detalles no importaban, mucho menos las historias. Ella quería sacarse un clavo del corazón y él era otro clavo. Simple matemática llevo a un resultado mutuo.

Después de los tragos se dirigieron al apartamento de ella, entre besos con sabor a ron el tiempo parecía consumirse. Sin ofrecimiento de más tragos u otra forma de educación se dirigieron directamente a la habitación. Mientras aprendían nuevas formas de ocupar el espacio con sus cuerpos con escasa ropa solo una idea venía a la cabeza de él.

La idea de la dueña de su corazón, su ex-prometida rondaba su cabeza mientras otra persona besaba su cuerpo. Su mente se encontraba desconectada pero su corazón seguía sufriendo. Los pedazos del corazón roto reconocían que esta no era la mujer que amaba, la mujer que los destrozó. Él se detuvo súbitamente y buscó su ropa. No la quería para desarreglar la cama y mucho menos iba a explicarle su trágica historia a una desconocida. Encendió un cigarro y salió del apartamento, un clavo tal vez no saque a otro pero quizá una cerveza ayude el proceso.

R.A.Pastor

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