7 de agosto de 2011

Caminos de Espinas

Mi corazón está lleno de cicatrices, mi camino por este mundo ha sido lleno de caminos difíciles. He andado por piedra, espinas y navajas. Nadie dice que la vida es tan fácil mucho menos divertido. Pero así es la vida y no podemos hacer nada para cambiarla. Ese es el punto entretenido de esto, si fuera tan cómodo y accesible no sería tan placentero como pensaríamos.

Cada camino ha sido diferente y con experiencias diferentes. Cada uno de ellos me ha hecho crecer sin manera, he aprendido sobre los diferentes colores que la engullen. Nadie te explica que vivir no es blanco ni negro. Existen tantos matices entre estos que cuando los descubres te instruye sobre la complejidad en la que estamos inmersos. Cada herida en tu alma te abre la posibilidad de visualizar colores en esta paleta infinita.

He caído muchas veces y cada una con su dolor y sufrimiento. Mi primera caída era inminente, como cierto tipo de iniciación. En cierto punto era como caminar por una cuerda floja con los ojos vendados. No conocía el camino y mucho menos la dirección en la que me dirigía. Un trillo con recreos, inseguridades e infidelidades, el cual en cierto modo me quito la venda de mis ojos pero me dejó un sentimiento de miedo y precaución paranoica.

Luego continué caminando con mis piernas sangrantes tratando se seguir adelante, no quería ser como aquel venado que al ser disparado por el cazador se queda tendido esperando a su desenlace final. No quería morir en el camino viendo a esa luna llena en el cielo y que quedara impregnada como mi última memoria.

Infortunio y mala suerte son equivalentes en este caso a seguir caminando herido y caer en una trampa oculta, una que no te esperas en medio del pasto verde de la montaña. Siete meses de caminar por una colina cubierta de flores, para que en el momento que menos te lo esperas caer en un foso de espinas.

Mi cuerpo empalado yacía en ese foso pero mi espíritu continuaba descendiendo en picada por los aires, no sabía cuando me iba a detener mucho menos como sería el golpe al final. El dolor se incrementaba conforme pasaban los golpes con el tiempo. Mi piel se iba endureciendo para evitar las heridas y mi sensibilidad tan solo disminuía.

Poco tiempo pasó, mientras apenas logré salir de ese foso para caer en un precipicio que nunca llegó a terminar. El aire se torna tan ligero y fino que logra formar un doble filo, cada soplo y cada brisa lastiman tu cuerpo. La presión se convierte tan densa y pesada que sientes como aplasta cada órgano de tu pecho y te impide respirar. Entre más trataba de salir de ahí, algo me atraía más hacia el fondo como si me sujetara los tobillos. El daño se acrecentaba conforme me acercaba al fondo, los primeros siete meses fueron un paseo comparados a los casi dos años en el infierno quemándome. Aunque salí desde hace mucho tiempo ya, parte de mi corazón se quedó ahí encadenado en ese precipicio, lugar donde siempre pertenecerá y nada ni nadie podrán sacarlo de ese lugar lleno de angustia, dolor y las lágrimas más amargas que unos ojos pudieron llorar.

No hay que subestimar el tamaño de las trampas que coloque la vida, por mas diminutas fueron creadas con un único propósito. Siguieron dos pequeñas ratoneras claras y evidentes para mis ojos. Algunos dicen que es mejor sentir dolor que nada del todo. Caí como un idiota en cada problema, uno de rumores falsos e inseguridades y otro creado a partir de desinterés y muerte de un amor que nunca existió. Cada una de estas me trituró mis manos de la manera en que solo ellas podían hacerlo.

El ser humano es maravilloso y sencillamente estúpido a la vez. Somos masoquistas por naturaleza y nos gusta el sufrimiento hasta el día en que dejemos de vivir. Ya sea evolución o ingeniería de un poder divino, estamos diseñados para regenerarnos después de cada golpe. Aprendemos de cada situación y nos convertimos en seres superiores. Cada hueso se solidifica y se convierte en uno más fuerte que el pasado. Nuestra piel se endurece y forma una barrera de protección.

Unas personas le llamaran caídas o deslices, yo una vez les llamé errores en mi vida. Representaron vergüenza durante mucho tiempo e inclusive el dolor no había cesado en mi alma cuando hablaba de ellas. Muchas veces revivo esos momentos durante mis pesadillas y despierto cubierto de sudor frío y agonía en mi pecho. Ya no las llamo errores, ahora son parte de mi pasado y mi presente, y me mostraron que la vida no es un viaje fácil ni bonito, gracias a ellas soy un hombre más fuerte y sin miedo.

R.A.Pastor

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