13 de agosto de 2011

Compradora de Belleza

Son las seis de la mañana y el sol comienza a salir por el horizonte. Es el comienzo de un gran día, las aves cantan melodiosas sus tonadas informando al resto de los animales que es momento de despertarse y aprovechar el momento. De la nada un sonido extraño comienza a interrumpir la atmósfera de paz y tranquilidad que se podía casi saborear en esos instantes donde el sol pinta el cielo naranja y amarillo.

Era el despertador de una mujer que debía ir al trabajo ese mismo día. En un estado de semiiconsciencia tan solo mueve su brazo para apagar su reloj. Despeinada y desastrosa se levanta de su cama, que al juzgar por la imagen pareciera como si fuese azotada por un tornado. Almohadas y cobijas en el piso, el cobertor de la cama fuera de su lugar y marcas de saliva y babas por todo el colchón. Pelea contra su propio cuerpo para arrastrarse a la ducha, ya que no puede seguir durmiendo confortablemente en lo que queda de su cama.

Al llegar al baño, se despoja de sus prendas para dormir y allí se encuentra frente al espejo que es lo suficientemente grande para reflejar su cuerpo totalmente. Primero se quita su blusa y luego su pantalón largo de pijama, y se queda ahí frente al espejo durante unos minutos como si estuviera hipnotizada. Mirando su reflejo de arriba para abajo sin hacer ningún gesto del todo.

Contempla su pelo sin peinar que al parecer juega maromas con el mismo y no toma ninguna forma definida. Su rostro sin maquillar no esconde las ojeras causadas por aquellos días de fiesta y sus trasnochadas, unas nuevas arrugas son creadas por el constante uso de su sonrisa, e inclusive el color pálido de su tez. Conforme va bajando su vista mira todas aquellas imperfecciones en el resto de su cuerpo como la temida celulitis o estrías en su piel, hasta nota las zonas donde ya no es tan esbelta como lo era antes. El primer gesto aparece después de mirar todo su cuerpo, primero fue asco y al final desilusión.

Luego de ducharse sigue el ritual de arreglarse para salir de la casa a trabajar, si fuera un día libre lo más probable es que se vestiría con el mismo atuendo o inclusive no saldría de la cama en todo lo que resta de día. Ella se coloca su ropa interior sugestiva hecha para levantar y darle un contorno especial a sus senos y dejar que sus nalgas anden libres. Su ropa ejecutiva de diseñador en la cual puede enseñar suficiente pierna con una falda sin llegar al punto de sucia y una blusa lo suficientemente escotada para atraer miradas y capturar la atención de los hombres. Unos tacones altos para darle la ilusión de ser más alta y darle forma a sus piernas, apenas para sobresalir entre las demás personas.

Luego de vestirse, arregla su pelo de forma en que se formen delicados bucles y a su vez parezca que el viento peinó de forma natural su cabello. Se coloca todo tipo de maquillaje, una base para borrar todas aquellas imperfecciones de su piel y darle un color a esa tez tan pálida y sin vida. Diferentes tipos de crema para combatir las arrugas a los lados de sus ojos y boca. Tonalidades múltiples para esconder las ojeras y acentuar las mejillas y el mismo color de su iris. Delineador y mascara para sus pestañas y un poco de lápiz labial para terminar la transformación con unos perfectos labios rojo carmesí.

Se mira de nuevo al espejo con una mirada de orgullo y suficiencia. Esta es la imagen perfecta que quiere presentar al mundo, frente a ella se encuentra una mujer bella, radiante y sin falla alguna. De su mente escapa la idea de que esta dama tan fina y sublime vistiendo productos de marca y de la más alta calidad era la misma que se miró al espejo escaso una hora antes. Esa misma persona que sentía lástima y decepción por sí misma hora se encuentra enterrada bajo productos de belleza y ropa de importación. Con la ayuda de algunos materiales podemos transformar a cualquier persona fea y sin autoestima en alguien bello y con satisfacción. Pero al final no importa cuánto tratemos, cuando se acabe el día y todas estas capas sean eliminadas la persona de antes seguirá ahí. No importa si vestimos a un mono de seda, siempre seguirá siendo un mono.

R.A.Pastor

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