21 de julio de 2011

Despecho

No eres tú, soy yo. Palabras desencadenantes en los oídos de un hombre. Desde que esta frase llega a nuestro tímpano, se libera como un tipo de represa dentro de nuestro corazón desatando todo tipo de cascada de emociones. Cada persona es diferente, con un mundo imaginario dentro de sus cabezas. Si todos fuéramos iguales sería muy aburrido verdad?

Una vez conocí a un pobre diablo que habitaba estas tierras. De esos tipos engañados que pensaban que eran como la última chupada del mango. Camina por los pasillos pensando que deja a las mujeres boquiabiertas con su belleza. Pobre idiota, son los que más sufren.

El fue rechazado por una mujer de verdad, alguien que parecía casi salida de una revista de alta moda. Le dijo no eres tú, soy yo. En ese instante se podía escuchar como su corazón se rompía en mil pedazos. Su creencia de macho dominante no le permitió expresar sus sentimientos, simplemente las lágrimas no brotaban de sus ojos.

Es imposible golpear una roca y esperar que salgan gotas de agua. Tal vez un elixir mágico que convierta esa dureza en un manojo de sentimientos. Una heroína que toque su corazón. Qué sucede cuando tu corazón se rompe? El cerebro toma el mando de encargarse de las emociones y olvida el pensamiento lógico. Por qué creen que uno se vuelve un idiota cuando está despechado?

Ese amor se convirtió en odio y su felicidad en resentimiento. Su instinto primitivo surgió desde lo más profundo de su ser, tan solo quería matar aquello que tanto amó. Esa persona que ahora odia de la manera más visceral y profundo. Si no está con él, no estará con nadie más. Es capaz de matar a todos los hombres en este planeta con tal de que ella lo escoja a él. Sin el amor de ella su vida no tiene sentido, mejor morir a vivir sin ella.

Con un revólver en la mano, tiene tres opciones para poder calmar el dolor que siente dentro de su pecho. Tres opciones que tal vez le devuelvan la posibilidad de una noche de sueño calmado. Su mano está temblando, su mente ha tomado su decisión. Su antebrazo se flexiona y con un fuerte agarre lleva la pistola a su boca. Las emociones se le suben hasta sus ojos y sus lágrimas corren por sus mejillas. Está a punto de tirar del gatillo pero no puede más. Arroja el arma al otro lado del cuarto y tan solo continua llorando, amargamente como nunca antes lo había hecho.

R.A.Pastor

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