8 de julio de 2011

Pánico Matutino

Amanecí con lágrimas brotando de mis ojos, el sol aun no había invadido mi cuarto. No tenía cobijas encima de mí, tal vez fue por el mismo sueño que hizo que me moviera toda la noche. Quizá escapando de mi mismo, evadiendo el monstruo que llevo dentro. Mis palpitaciones están a más no poder y mi respiración está en un punto de volverse superficial e ineficiente. Estoy sudando en frío y mi cuerpo está casi paralizado por solo que la idea se manifieste en mi cabeza. Miro mis manos y siento su sangre corriendo entre mis falanges. Las marcas en mi antebrazo creadas por la presión de mis manos dejan marcas evidentes. Al final no estaba escapando de mí mismo, estaba simulando ese movimiento, el mismo que realicé en mi sueño.

No sabía si era un sueño o una pesadilla. No entendía si era algo bueno o algo malo. Tan solo mi cuerpo desconectó antes de producir algún daño permanente. Mi mente se encuentra confundida entre el placer y el miedo, me desconcierta saber quien realmente soy. Esa faceta tan oscura estará alojada en mí como un visitante que solo llega por una taza de café o realmente será parte de mi viviendo en una simbiosis, cada uno necesitando del otro.

Trato de recordar ese momento imaginario atrapado en mi mente y tan solo llegan a mi imágenes recortadas, algunas sin un audio entendible tan solo acciones mudas, luego la imagen escapa pero los gritos y los llantos se quedan ahí. Fragmentos de un momento que se encuentra enterrado en lo más profundo de mi inconsciente. Tan solo esperando a salir y manifestarse.

En el sueño, yo con mis propias manos pecadoras estrangulé a mi hermana enfrente de mi padre. Sin premeditación ni planeamiento. Lo único que necesitaba era un gatillo, algo que encendiera la mecha para realizar una explosión masiva. Un comentario de mi madre, eso es todo lo que mi memoria recuerda, no articula las palabras ni los sonidos tan solo recuerda que fue una frase que desconectó mi mente y logró que me enloqueciera. Vi a su posesión más preciada, a su hija, y decidí desquitarme con ella. Corrí hacia ella completamente trastornado, mis ojos parecían a los de un animal cazador, casi cubiertos en sangre, todos los vasos capilares se habían reventado debido a la ira. La controlé por sus muñecas y fuertemente la saqué de donde se encontraba. Utilizando sus propios brazos aplicaba presión en sus arterias carótidas, su tráquea estaba intacta por lo cual ella podía gritar por ayuda pero no creo que nadie viniera en su ayuda.

De una puerta aparece mi padre, diciendo que la soltara pero en el estado mental que me encontraba era imposible cumplir una orden. Más bien causaba más presión sabiendo que la estaba lastimando. Quería asesinarla, quitarle su vida y causarle mucho dolor en el proceso. Me convertí en lo más primitivo de la cadena evolutiva, tan sólo dejaba que mis sentimientos reinaran sin darle oportunidad a pensar bien lo que hacía.

Al final la terminé liberando, su cuerpo casi inmóvil y sin fuerzas. Ya no gritaba ni pedía ayuda, tan solo susurraba por misericordia. Seguía viva. Después de verla tendida en el suelo tratando de buscar un poco de aire. Después de encontrarme superior a ella mirando cómo se retorcía en el suelo, mi mente se volvió en blanco y fue cuando desperté para encontrarme en mi cama paralizado. Será eso realmente lo que deseo hacer o tan solo fue una desquiciada proyección de un mal día?

R.A.Pastor

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