10 de mayo de 2011

Azúcar sobre tu piel

Era un día lluvioso, en esa época durante la dulce transición de las estaciones. Los comienzos del día el sol abundaba y calentaba aquellos remanentes de la noche. En la tarde una diminuta lluvia invadía el espacio. Esas gotas tal vez no eran lo suficientemente fuertes para terminar empapado pero igual era molesto para salir a caminar. La escasa lluvia fue creciendo poco a poco hasta terminar atrapándonos dentro de estas cuatro paredes.

Tan sólo éramos ella y yo. Dos almas con nuestras ropas húmedas por el clima, agua mezclada con sudor. Propuse preparar café para calentar nuestro interior. Ella tomó una toalla para secar su cuerpo mojado mientras yo colocaba los granos molidos a chorrear. Tan solo me doy la vuelta para preguntarle si lo desea con azúcar o con crema y no la encuentro. Lo único que quedó de ella fue su blusa tirada en el piso. Escucho su voz al fondo del pasillo, escucho como llama mi nombre y me invita a estar con ella. Usa la excusa de que no se puede secar bien sola y necesita de mi ayuda. Ella y yo sabemos que miente pero en estos momentos que importa.

El olor de café fresco se encuentra en el ambiente. Tan solo es mi aliento chocando con el de ella. Todo lleva su ritmo, una buena sinfonía no empieza por la mejor parte. Dejo que ella me dé el primer beso, y después todo es por mi cuenta. Uno junto al otro nos derretimos como caramelos olvidados bajo el sol. Fusionando nuestros sabores en uno solo. Existimos tan solo ella y yo, bailando un ritmo prohibido y altamente excitante. Era como si hubiera derramado azúcar sobre tu piel, era un dulce manjar que deleitaba mis papilas. Mis labios recorrían cada centímetro de su cuerpo buscando algún remanente de ese dulce sabor que nunca se acababa. Solo con ella lograba cambiar la realidad, nos transformábamos en un producto tácito de nuestras imaginaciones. Transmutábamos en bestias de diferentes formas, posiciones y contornos.

Después de un rato éramos y luego ya no. Después de retorcerse en la oscuridad uno abre los ojos y es un mundo diferente. Los jadeos de nuestra respiración no nos dejaron escuchar que la lluvia había migrado a otros rumbos. El sol también empacó y le cedió el lugar a la luna y sus amigas las estrellas. El café se encontraba frío y no sabía igual. Pero en momentos como estos quien se logra recordar de aquella taza de café que sirvió?

R.A.Pastor

No hay comentarios:

Publicar un comentario